relato noche de sabores

Este año volveremos a reunirnos en la playa del Postiguet, en el extremo de levante, donde empieza el Cocó.

El sábado 7 de julio, a las seis de la tarde. Traete el bocata, la bebida y muchas ganas de charlar, de contar lo que estás escribiendo y de abrazar a los compis.

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relato noche de sabores

Notapor PilarH » Jue Oct 31, 2013 6:32 pm

Noche de sabores

X Festival de jazz internacional, Auditorio de San Javier, 6 de julio, 2007.
Volví a leer y acaricié con ilusión aquel papel impreso de color azul. ¡Dos entradas para ver a Paul Anka! Las tenía ya en mi poder una semana entera, pero al fin, había llegado el día en que le cortarían un cachito y el resto lo guardaría para mí.
Desde que tenía dieciocho años había sido mi ídolo, aún guardaba varios discos, entre ellos mi favorito, “Diana”, canción que compuso para su antigua niñera; cuantas veces los había oído, no me cansaba… su voz penetraba tanto en mí y, lo más gracioso es que no entendía, pero las notaciones musicales que formaban la pieza musical hacía que el idioma, fuera secundario. Resultado: para mí, la música no tenía letra, y de esa forma tan elemental me llenaban sus canciones.
Fue el mejor regalo que nunca me han podido hacer; mi hijo -autor del regalo y músico- sabe de la sensibilidad de las personas a las que les fascina la música. Hace años cuando decidió dedicarse a este maravilloso mundo de interpretar los sonidos que gestaba su persona, me dijo un día:
— « ¿Cómo no quieres que mi vida sea al 50% agua y música? ¿Recuerdas que mientras limpiabas el salón me ponías en aquel tocadiscos: “La obertura de 1812 de Tchaikovski” y yo me quedaba embobado? y aunque en aquellos momentos tú intentabas que entendiera, que esa obra fue escrita para conmemorar la resistencia rusa en el año 1812, contra las tropas de Napoleón… yo no lo discernía; a mí solo me llegaba el triunfal final que incluía una salva de disparos de cañón y, el replique de un montón de campanas… a la vez tú insistías, me tentabas a prestar atención al subir el volumen haciendo que creyera, que estábamos sentados en una butaca en el teatro, viendo y oyendo a la orquesta interpretarla»
— ¡Cómo podía olvidarlo!

Por fin, emprendimos el viaje que aunque no era muy largo, a mí, me lo pareció. No tenía ni idea cómo sería el Auditorio ya que no lo conocíamos; pero cuando lo tuvimos cerca resultó ser una especie de circo romano al aire libre, la mitad con los clásicos escalones y, la otra mitad estaban habilitados para el escenario.
Mi emoción empezó a subir cuando salieron los teloneros haciendo honor al artista principal, tocando varias piezas de jazz que fueron calentando el ambiente con un buen sonido, que la gente agradeció aplaudiendo cada pieza. Pero todos esperábamos a él.
Cuando salió y después de un largo aplauso, se hizo el silencio. El grupo que lo acompañaba comenzó a hacer sonar los instrumentos, y a continuación…oímos su voz. Y yo, desperté de aquel cautiverio de sueños que durante años me había tenido presa sin esperanza.
—¡Estaba viendo a Paul Anka en persona!
Quizá para los jóvenes de hoy acostumbrados a ver a tantos grupos extranjeros sea exagerado, para mí fue apoteósico. Cada canción me traía momentos felices de cuando era joven, hasta que llego, “My Way”.
Entonces, instintivamente saqué mi mechero y lo encendí levantando el brazo…al instante me di cuenta: ¿qué estaba sucediendo? visualmente algo horrible, todas las personas a las que podía ver…habían sacado su móvil encendiendo la pantalla…todo el romanticismo que lleva encender fuego cuando escuchas en directo una balada, se vino abajo rompiendo el hechizo para mí. Me sentí traicionada. Despacio baje la mano y lo apagué. Fueron instantes, pero los que estaban a mí lado, clavaron en mí su mirada; aunque lo peor del momento lo estaba pasando yo por dentro.

Sentada en el coche ya de vuelta, mi marido sacó la conversación que en esos momentos, yo, aún no tenía ganas de comentar. Trató de hacerme ver que las nuevas tecnologías imponían nuevas modas que no podíamos ignorar, eran adelantos que proporcionaban el que estuviésemos en contacto en instantes, con el resto del mundo…
Pero yo entendía solo una parte del mensaje; la otra, la del diminuto aparato con su pantallita encendida hizo que me invadiera una enorme tristeza. Aquellos momentos, no podre y no quiero olvidarlo mientras viva. Esa noche que imaginaba iba a ser plenamente feliz, un pequeño monstruo la desintegró.
Y como creo que no lo necesito…sigo sin tener móvil.
PilarH
 
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